martes, 21 de marzo de 2017

Los beneficios de la naturaleza para los niños

El contacto con la naturaleza resulta fundamental en los primeros años de vida
Nos reímos del niño al que se le pide que dibuje un pollo y dibuja un pollo asado. O del que a la pregunta ¿de dónde viene la leche? responde “del supermercado”. Pero más que cómica, esta realidad resulta trágica. Evidencia que hoy muchos niños crecen sin salir de un entorno urbano y su contacto con las plantas, los animales y los parajes naturales llega a través de la escuela, libros o vídeos. Hay pediatras, educadores y psicólogos que ya hablan del síndrome o trastorno por déficit de naturaleza, un mal que afecta a los niños que viven alejados del contacto con entornos naturales y que se manifiesta en forma de obesidad, estrés, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica o depresión, entre otros síntomas.
Muchos niños salen de casa por la mañana para ir al colegio en coche o autobús, regresan por la tarde por el mismo medio y a la hora de jugar lo hacen en casa y a menudo con la consola o el ordenador. Los padres llenan sus agendas de actividades para prepararles para el futuro y se preocupan por su seguridad, por tenerlos en ambientes protegidos, que no se mojen, no se ensucien, no les piquen bichos... El resultado son millones de niños que no juegan libremente en el parque o en el campo, que no trepan a los árboles ni construyen chozas con troncos, que no cazan lagartijas ni insectos ni tiran piedras a los charcos para no mancharse. Dicen los expertos que, privados de esas experiencias con la naturaleza, esos niños pierden importantes espacios de desarrollo cognitivo y emocional, pierden capacidad de exploración, de creatividad, de destreza para la convivencia y para la resolución de problemas. Y aluden a diversos estudios de investigación que prueban que los niños del campo enferman menos, tienen mejor concentración y autodisciplina, mejor coordinación física, equilibrio y agilidad, son más imaginativos, tienen más habilidad para divertirse y colaborar en grupo, son más observadores, muestran más capacidad de razonamiento y más paz interior. Los de ciudad, en cambio, son más temerosos, desarrollan más alergias, tienen más problemas de sobrepeso u obesidad, son más nerviosos e inseguros, se aburren más…
“La naturaleza ofrece una cantidad tan elevada de estímulos que el contacto con ella hace que el niño se encuentre en un espacio abierto, con sensación de libertad, con capacidad de moverse libremente, de observar los procesos que ocurren, y eso es fundamental para el desarrollo de sus habilidades de movimiento pero también un estímulo para sus neuronas, para sus emociones y para su aprendizaje; es una experiencia vital que permite al niño sentir y medirse a sí mismo de forma diferente a como lo hace en la ciudad”, resume Mari Luz Díaz, psicóloga, directora del centro de innovación educativa Huerto Alegre y presidenta de la red Onda de centros de educación ambiental de Andalucía.
La naturaleza mejora las habilidades motrices de los niños lo tiene clarísimo Cristina García: “Los niños de entre uno y tres años de nuestra guardería caminan por el bosque mejor que los de cinco años que llegan de Barcelona y no saben subir una rampa, se tropiezan con las piedras del camino, se ponen a llorar porque se caen…”. Y asegura que este ejemplo –tener que sortear piedras en el camino, caerse y levantarse para continuar adelante, etcétera– es muy significativo de cómo el contacto con la naturaleza contribuye al desarrollo emocional de los niños. “En el campo es fácil trabajar la tolerancia a la frustración –si llueve te mojas y te aguantas; si te tropiezas o estás cansado mientras estás por el monte te has de aguantar y continuar–, pero también la empatía y el respeto mediante el contacto con los animales y las plantas, o la serenidad y la calma que exigen la observación y la contemplación; se desarrollan muchas habilidades de forma fácil y natural”, apunta.
Mari Luz Díaz coincide en que, más allá de todos los beneficios sobre la salud, las capacidades intelectuales y el equilibrio emocional que pueda suponer que los niños estén en contacto con la naturaleza de forma espontánea, si se aprovecha ese contacto en contextos educativos –aulas de naturaleza, granjas escuela, etcétera– los espacios naturales se convierten en un gran recurso pedagógico para educar la percepción de los chavales y hacer que los niños aprendan a discriminar, a categorizar y a ordenar la información, a establecer vínculos afectivos con la naturaleza y los seres vivos y a desarrollar sentimientos de respeto y de protección del medio ambiente.
Al estar en contacto con la naturaleza es más práctico y fácil de entender para los niños.¿Qué opinan ustedes sobre una educación que se encuentre en contacto con la naturaleza,además de en los libros?

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